30 septiembre 2006

De vuelta a la nueva realidad

Y ahora nos toca la vuelta a la realidad. Se acabaron las madrugadas en vela charlando con las amigas, las tardes de playa y sol, los biquinis y bañadores, y nuestros más lindos atardeceres rosas. Ahora solo está el desconsuelo de que ya tenemos un verano más en nuestras espaldas, y que posiblemente aun no seamos capaces de asimilar todo lo aprendido en estos meses de brisa marina y pescaito en la playa. El mes de septiembre, el mes de los nuevos retos y de renovar los mismos viejos propósitos mismos: me apuntaré al gimnasio, dejaré de hacer el idiota con el gualtrapa de la oficina, renovaré mi vestuario sin necesidad de hacer compras compulsivas para apagar mi sed de citas, no fumaré ningún cigarro mas después de este último que me estoy fumando, leeré más libros, llamaré a mi madre todos los días, no olvidaré ninguno de los cumpleaños de mis amigas, dedicaré una tarde al mes a mí por completo, soñaré más y dormiré menos, desayunaré como se debe y cenaré prácticamente nada, no criticaré a las perras de mis amienemigas nunca más, …

Los primeros días te llenas de ilusión, descubres que todos tus amigos y compañeros tienen propósitos semejantes, y que todos en armonía y comprensión vais a apoyaros, los unos en los otros, para conseguir que estos retos pasen la línea del deseo y se conviertan en una realidad, es decir que no nos cansemos el día 4 de septiembre del gimnasio cuando lo empezamos el día 1 que era viernes. Cuando llegas de tus vacaciones, descubres que para su bien, hay compañeros que ya comienzan a convertir en realidad los nuevos propósitos, que deciden alejarse de toda verdad conocida para inmiscuirse en una incierta y nueva rutina para ellos. Dejan nuestros lugar habitual de risas, cotilleos, canciones y trabajo para irse y quien sabe cuando volver a verlos mas.

Las personas van y vienen, vienen y van, se quieren, se odian, se adoran, se admiran, se envidian… hay seres indomables, irracionales, inteligentes, admirables,… amigos que te hacen rezar cada día al Dios inexistente que habita el cielo al pretendo llegar, para que no se vayan durante mucho tiempo, porque lo que muchas veces no saben, es lo importante de su presencia en tu vida, todo lo que aprendes de ellos, de su locura racional, de su deslenguado vocabulario, de su gracia innata, de su alegría vital. Ciertamente ellos cambiarán de vida, conocerán a personas diferentes, pero su cambio repercute indiscutiblemente en mí realidad inalterada, ya que nada volverá a ser como era, y recordaremos con una cerveza en la mano y una sonrisa en la mirada, las tardes enteras de risas, las canciones que surgen del más tremendo aburrimiento, y sobre todo recordaré cada vez que los vea todo lo que han cambiado en mi. Va por ustedes, mis niños.

ARI

18 septiembre 2006

Un cuento realmente precioso

Hay un cuento que es realmente precioso. Yo lo escuché por primera vez en la radio. Quien me conoce sabe que me cuesta una barbaridad dormir, así que dejo que la radio me acompañe en esas horas de insomnio, y un día contaron este cuento que a mí me gusto mucho, y lo escribí:

Hace ya muchos años, estaban reunidas en algún lugar de la tierra todas y cada una de las virtudes que el hombre podía poseer; cuando el aburrimiento bostezó por tercera vez, la locura, propuso para pasar el tiempo jugar al escondite, pero nadie sabía lo que era eso. La primera en preguntar fue la curiosidad, la intriga levantó la ceja y la locura les explicó:

- Es un juego. Yo cuento hasta cien y vosotras os escondéis.

La verdad prefirió no esconderse, total, para que, si al final siempre la acaban encontrando.

La soberbia pensó que era un juego muy tonto aunque en el fondo lo que le molestaba era que la idea no había sido suya.

La cobardía prefirió no arriesgarse. La locura empezó a contar: 1,2, 3…

La primera en esconderse fue la pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo. La envidia se escondió tras la sombra del triunfo que con su propio esfuerzo había subido a la copa del árbol más alto. La generosidad casi no alcanzaba a esconderse porque cada lugar le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. El egoísmo en cambio encontró un lugar muy bueno: sentado, cómodo pero claro, solo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos, ¡¡mentira!!, en realidad se escondió detrás del arco iris. La pasión y el deseo se escondieron en el centro de los volcanes. La locura seguía contando, - 98,99…- y el amor no había encontrado aún un lugar, finalmente vio un rosal, enternecido decidió esconderse tras las rosas.

-100. –Terminó la locura y empezó a buscar.

La primera en aparecer fue la pereza, que estaba más o menos a unos dos pasos de allí. Después se escuchó a la fe discutiendo con Dios sobre teología. A la pasión y al deseo los encontró porque vibraban los volcanes; en un descuido, encontró a la envidia, y enseguida pudo deducir donde estaba el triunfo, - la envidia siempre, a la sombra del triunfo.

Al egoísmo no tuvo que ni buscarlo, pues salió solito de su escondite ya que era un nido de avispas. La duda estaba sentada sobre un muro, porque no había podido decidirse por ningún escondite.

Finalmente, los encontró a todos, pero el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó por todas partes, detrás de cada árbol, de los arroyos, en las cimas de las montañas y cando ya casi se daba por vencida vio un rosal y pensó que el amor podría estar allí. Con un palo comenzó a mover las ramas, cuando de pronto, se escucho un doloroso grito. Las espinas habían herido los ojos del amor, la locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, pidió, rogó e imploró perdón y hasta prometió que sería su lazarillo, desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

ARI

10 septiembre 2006

La culpa: de la luna

El mundo ha decidido girar de nuevo; el sol tomó la decisión de seguir acompañándonos durante todo un día, alegrándonos la mañana y haciéndonos sentir un poco más viejos en su atardecer inevitable. La luna ha vuelto a su cita otra vez, siempre puntual, siempre perfecta, gorda y señorona, se convierte en la inseparable amiga de mis sueños y la que escucha mis mas temidos secretos. Son esos momentos de paz interior cuando decides pensar en ti misma, mirarte al espejo y ser capaz de ofrecerte una visión sincera a ti misma sobre ti misma. Comienzas por concederte el cruel placer de observarte sin mascaras ni caretas, sin maquillaje ni quita ojeras. Serás por una vez tú, solo tú, mirando tu rostro. Al principio te das cuenta que no eres tan fea sin el colorete puesto, sólo eres tú, sólo tú, después analizas cada uno de los poros que componen ese rostro sonriente y burlón que te acompaña a diario, analizas cada una de sus nuevas cicatrices, ese paso del tiempo que también va haciendo mella en ti sin ni siquiera darte cuenta en forma de pequeñas arrugas en tu tersa piel. Acabas comprendiendo que la falta de felicidad y sueño ya hacen estragos en tu rostro, en tu cuerpo, en tu alma, en tu falta de alegría, en tu sonrisa artificial, en tus lágrimas inagotables y, probablemente, hasta en tus pocas ganas de seguir luchando. Te miras a los ojos y te sumerges en la profunda tristeza que ellos desprenden. En su infinita e imborrable rojez, en su sincero arrepentimiento y en la sabiduría que trasmiten, aprendida tras palos y palos, desengaños y decepciones. En la oscuridad que los rodea, en las imborrables ojeras que te recuerdan que aun no lo has superado, que aun hay algo de ti que no funciona, como cuando miras una figurita de lladró que tanta belleza desprende en una primer vistazo, pero que poco a poco, al ir observándolas detenidamente, te va consumiendo y congelando con su sola presencia. Notas la soledad de su figura, esa frialdad y fragilidad de la porcelana unida para crear algo sin naturaleza ni función, solo alegrar la vista. Solo alegrar a los demás. Me detengo en mi horrible nariz, la que me permite oler el más excitante y suave olor del que tengo constancia, el tuyo. Mis labios justo debajo, saborean el ardor que queda del derrotado, de aquel que se deja llevar por el destino y no sabe ni comprende qué es la ilusión por lo no conocido. Mi cuello y mi pecho, que tantas veces fueron besados y chupados por labios deseosos del deseo, quedan hoy huérfanos de todo placer, sin comprender porque los absorbe la soledad del que quiere y no puede, del que tiene y no quiere. Mis brazos que tantas veces rodearon su cintura y que ahora se encuentran descolgados en el vacío del que se queda sin ocupación ninguna, del que se olvida para que ha llegado a este mundo si no puede hacer lo que mas quiere, abrazar sin descanso, ofrecerse sin esperar nada a cambio. Mi abdomen que echa en falta el roce de tus cabellos cuando descansabas encima de mi, desprendiendo de mi boca al rozar éstos mi costado, la más dulce de mis sonrisas. ¡¡Cuántas sonrisas se quedarán olvidadas, sin que nadie las recuerde, ya que nunca ha ocurrido!! Mis piernas comienzan el camino hacia tu búsqueda, recordando cada paso, comprendiendo que quizás sin ti estoy un poco mas perdida de lo que suelo estar. Mi cuerpo me pide a gritos que te devuelva al cielo de los vivos, yo preferiría en días como hoy que sobre mí mandase la razón para así expulsarte al mundo del olvido, sin sentir esa punzada de esperanza que tus ojos me siguen gritando en cuanto los veo pasar por mi lado.
ARI

02 septiembre 2006

Conversando Conmigo Misma

Hoy he ido a la estación, mi maleta esta vacía, yo no se que tren coger, así que me he sentado a esperar la señal divina que me guíe hacía mi destino. Me encanta sentarme y mirar los trenes de llegar e irse a la misma vez y con la misma velocidad. Hay trenes que llegan repletos de ilusión, caras que sonríen, sonrisas que se iluminan, y mil historias que se empiezan contando con una sola mirada y se terminan de contar después de unos cuantos cafés. Padres que abrazan a sus hijas con mucha fuerza, pensado que por fin la tienen entre sus brazos, novios que se besan apasionados después de meses sin poder rozarse sus lenguas, amigas que lloran sabiendo que por fin están a salvo, que por fin tienen un hombro sobre el que llorar y babear a gusto. Mi caso es bien distinto, yo he decidido huir de mi misma, hoy dejo aquí sentada a este personaje feo y aburrido y voy en busca de mi verdadero yo. Estoy cansada de sentirme una mas del rebaño, de no ver nada especial en lo que soy, de ver como todos se apartan y siguen su vida y yo mantengo la esperanza de poder seguir respirando mañana.

Mi razón me dice que todo ha terminado por fin, que a partir de este momento mi vida va a cambiar, que el fin ha llegado y que ya es la hora de empezar una nueva vida lejos de todo lo conocido. Quizás no sea el final perfecto o el final esperado, quizás ni tan si quiera sea el final que esta bella historia se merece, pero es un final, es un nuevo comenzar. Acabas por darte cuenta que el mundo va a seguir girando hacia el mismo lado, que mañana el sol saldrá de nuevo, que el otoño se acerca… comprendes que la vida no espera por ti, que él no espera por ti, es entonces cuando te preguntas a ti misma ¿y a que estoy esperando yo?. ¿A que un bello día decida tomarte en sus brazos y te susurre al oído “¡¡te quiero, te quiero, te quiero!!”?, ¿a que deje todo aquello que le ata y decida que tu eres la elegida para alegrarle sus noches y hacerle sonreír por las mañanas? A que esperamos… ¿a que los sapos canten flamenco?

Tal y como le digo a mi terapeuta la confianza que tengo en mi, tiene un extraño comportamiento bipolar, lo mismo me como el mundo, que lo mismo veo que el mundo ya me esta comiendo a mi. No hay puntos medios, no existen las zonas grises dentro de mí, todo es blanco o negro, o soy la mejor del universo o no se quien soy. Esta semana he decidido que no valgo para mucho, toda la angustia y ansiedad que mi confianza ha sufrido durante esta semana ha sido por supuesto culpa de un hombre, o al menos esa es la versión oficial, la que me repito una y otra vez a mi misma aunque no me sirva de mucho. No vale de nada que las mentiras las dijera él, la culpa es mía por creérmelas. No vale de nada que yo no le guste mucho, la culpa es mía porque quizás puedo cambiar y ser mas delgada o mas simpática. No vale de nada que yo le quiera, la culpa es mía por no conseguir hacerme un hueco dentro de su corazón. No vale de nada todas las conversaciones, miradas, palabras que se quedan en el aire, que flotan en mi pasado y en su pasado, porque le pese a quien le pese, yo soy parte de él. Pertenezco a una pequeña parte de su vida. Sus días también los compartió conmigo, sus sonrisas también fueron mías sus llantos sin lagrimas, sus ojos, sus palabras de aliento, sus días… No hay más, quizás hoy me sienta vacía, sienta que algo en mi ha decido suicidarse para dejar de hacerme daño, pero mañana será otro día y el mundo girará hacía el mismo lado, el sol saldrá de nuevo y el otoño quedará aun mas cerca que ayer. Porque quizás no sea el final perfecto o el final esperado, quizás ni tan si quiera sea el final que esta bella historia se merece, pero es un final, es un nuevo comenzar.

ARI