Y ahora nos toca la vuelta a la realidad. Se acabaron las madrugadas en vela charlando con las amigas, las tardes de playa y sol, los biquinis y bañadores, y nuestros más lindos atardeceres rosas. Ahora solo está el desconsuelo de que ya tenemos un verano más en nuestras espaldas, y que posiblemente aun no seamos capaces de asimilar todo lo aprendido en estos meses de brisa marina y pescaito en la playa. El mes de septiembre, el mes de los nuevos retos y de renovar los mismos viejos propósitos mismos: me apuntaré al gimnasio, dejaré de hacer el idiota con el gualtrapa de la oficina, renovaré mi vestuario sin necesidad de hacer compras compulsivas para apagar mi sed de citas, no fumaré ningún cigarro mas después de este último que me estoy fumando, leeré más libros, llamaré a mi madre todos los días, no olvidaré ninguno de los cumpleaños de mis amigas, dedicaré una tarde al mes a mí por completo, soñaré más y dormiré menos, desayunaré como se debe y cenaré prácticamente nada, no criticaré a las perras de mis amienemigas nunca más, …
Los primeros días te llenas de ilusión, descubres que todos tus amigos y compañeros tienen propósitos semejantes, y que todos en armonía y comprensión vais a apoyaros, los unos en los otros, para conseguir que estos retos pasen la línea del deseo y se conviertan en una realidad, es decir que no nos cansemos el día 4 de septiembre del gimnasio cuando lo empezamos el día 1 que era viernes. Cuando llegas de tus vacaciones, descubres que para su bien, hay compañeros que ya comienzan a convertir en realidad los nuevos propósitos, que deciden alejarse de toda verdad conocida para inmiscuirse en una incierta y nueva rutina para ellos. Dejan nuestros lugar habitual de risas, cotilleos, canciones y trabajo para irse y quien sabe cuando volver a verlos mas.
Las personas van y vienen, vienen y van, se quieren, se odian, se adoran, se admiran, se envidian… hay seres indomables, irracionales, inteligentes, admirables,… amigos que te hacen rezar cada día al Dios inexistente que habita el cielo al pretendo llegar, para que no se vayan durante mucho tiempo, porque lo que muchas veces no saben, es lo importante de su presencia en tu vida, todo lo que aprendes de ellos, de su locura racional, de su deslenguado vocabulario, de su gracia innata, de su alegría vital. Ciertamente ellos cambiarán de vida, conocerán a personas diferentes, pero su cambio repercute indiscutiblemente en mí realidad inalterada, ya que nada volverá a ser como era, y recordaremos con una cerveza en la mano y una sonrisa en la mirada, las tardes enteras de risas, las canciones que surgen del más tremendo aburrimiento, y sobre todo recordaré cada vez que los vea todo lo que han cambiado en mi. Va por ustedes, mis niños.
ARI